Madrid Art Decó en Facebook

viernes, 29 de agosto de 2008

Alberto Aguilera 3 (portal)






















Nos encontramos aquí con el prototipo de portal art decó altoburgués.
Para imaginar su aspecto original, sólo hay que eliminar unos cuantos elementos prestados: los apliques de latón dorado, los cuadros, las macetas y el felpudo.
Es entonces cuando se muestran desnudas las principales características de un zaguán art decó: uso de colores claros y luminosos, frisos de molduras con motivos geométricos y vegetales estilizados, zócalo elevado de piedra noble (o que la imita), piso de baldosas de mármol formando dibujo...
Es típico en ellos combinar texturas (yeso y piedra) y mármoles o granitos pulidos de distinto color, siempre dentro de una línea sencilla pero suntuosa.
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El juego de volúmenes de este portal se desliza en zigzag, recorriendo un circuito quebrado de esquinas, pilastras salientes y el relieve en trapecio del despacho del portero, a modo de bow-window. Las estrías de piedra en el zócalo refuerzan el efecto dinámico de este scalextric de líneas de fuga.
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El colorido en el art decó, como vemos, no sólo participa audazmente en el recubrimiento de las fachadas, también desempeña un papel crucial en la decoración de interiores.
En aquellos años, y por influencia de diversas culturas exóticas, coetáneas y antiguas -indios nativos de América, precolombinas, egipcia, asiria, africanas, etc-, los tonos que se usan son, junto con el blanco, los de una gama vibrante y clara de colores pastel (rosa, amarillo, melocotón, salmón...), luminosos y de sentido étnico.
Además de en fachadas e interiores, el colorido se aplica también en textiles, cerámica y materiales como la baquelita y el plástico, con los que se hace imitación de jade o ámbar.

Magallanes 9








Magallanes 9 (puerta)






jueves, 28 de agosto de 2008

Quiñones 15








El local comercial en los bajos del edificio (actualmente cerrado) conserva aún las rejas originales, como puede comprobarse en las dos imágenes inferiores.

Francos Rodríguez 42






Obra del arquitecto Gustavo Fernández Balbuena de 1927.
Se trata de una antigua vaquería, establecimiento abundante en el Madrid de la primera mitad del siglo XX, cuando la leche se compraba fresca en sitios como este y no en tetrabriks.
Es un edificio de gran calidad compositiva en el que destacan elementos como la forja de los balcones o las ricas texturas en ladrillo.
Las dos figuras femeninas, que aluden a la vieja función del edificio, son de cerámica polícroma y fueron realizadas en la Escuela de Cerámica de Madrid.
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El diseño de este edificio está fuertemente influido por la arquitectura centroeuropea de la época y, más concretamente, la holandesa.
Por influencia de movimientos como
De Stijl y arquitectos como Adolf Loos, la arquitectura holandesa de los años 20 y 30 del siglo XX simplifica sus formas y reduce el ornamento hasta hacerlo casi testimonial.
Sus fachadas son sobrias y funcionales, de planteamientos mucho más racionalistas y en las que sobre todo se emplea el ladrillo.
Es un ladrillo además recocido, de inconfundible tono oscuro y que suele combinarse con partes enfoscadas para ganar plasticidad en las fachadas.
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Este protagonismo del ladrillo le venía como anillo al dedo a una ciudad como Madrid, ladrillera por tradición y por necesidad.
Le pasa lo mismo que a Holanda, que le resulta muy difícil conseguir piedra para sus edificios; ha de ser traída desde lejos, lo que la encarece bastante.
Pese a todo, holandeses y madrileños hemos hecho de la necesidad virtud y nos hemos convertido en artistas del ladrillo. Sólo hay que visitar Amsterdam para darse cuenta; o admirar las filigranas del neomudéjar madrileño.
Por eso, los experimentos que, desde los años del Art Nouveau, llevaban haciendo los holandeses con las posibilidades expresivas y estructurales del ladrillo calaron muy bien en Madrid.
Como consencuencia, en los años del art decó (1925-1935 aprox), el ladrillo volvió a utilizarse en Madrid con un gran refinamiento, lo que puede comprobarse en los elaborados frisos, rebordes y cornisas de este edificio.
No es el único ejemplo que veremos en Madrid de este tipo de art decó a la holandesa.

Fernández de los Ríos 30






Relieves art decó






























En el art decó abundan los relieves o paneles escultóricos adosados a la arquitectura, decorando dinteles, vestíbulos o fachadas.
Los relieves o, con más propiedad, bajorrelieves se ponen de moda desde un primer momento, ante la sensación que causan los que se exponen en diversos pabellones de la exposición parisina de 1925.
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En estos bajorrelieves lo que más se representa son figuras humanas de inspiración clásica: hombres como dioses griegos, mujeres como ninfas, niños como amorcillos. Se alude a la plástica helénica, a la mitología grecorromana y al mundo mediterráneo. Un tema frecuente, también en escultura para casa y jardín, es el de la Diana cazadora, del que en Madrid tenemos un soberbio ejemplo, aunque lleno de mugre, sobre la entrada al Edificio Vitalicio de Gran Vía.
Los hombres aparecen fuertes, vigorosos, manejando palancas con el torso desnudo, anunciando la nueva era del triunfo sobre la máquina. También los cuerpos de las mujeres suelen presentar anatomías robustas.
Xavier Esqueda, en su trabajo "Una puerta al art decó", explica:
"La figura humana es de vital importancia en la símbología, especialmente el hombre representado por titanes, obreros, atletas y demás pretendidos exponentes de la fuerza de nuestro siglo. La figura femenina aparece, ya no con la fragilidad de la mujer del Art Nouveau, sino con una fuerza que hace pensar en la emancipación de la mujer del Siglo XX."
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Para estos bajorrelieves, que cuando van en pareja se disponen simétricamente, son utilizados una variedad de materiales: piedra, bronce, cerámica polícroma, etc.
Los hay igualmente con motivos geométricos o naturalistas, tales como frutos, palmeras, animales exóticos como la gacela u ondas marinas.
Por supuesto, en muchos de ellos se hace también exaltación, entre el optimismo y la euforia, del progreso y la máquina, quizá el rasgo más definitivo del zeitgeist de aquellos tiempos.

lunes, 11 de agosto de 2008

Teatro Nuevo Apolo (fachada principal)




























En la Plaza de Tirso de Molina, 1.
Atribuido a Teodoro Anasagasti (dato que no he podido confirmar), el edificio ha vivido todo un vaivén de funciones y denominaciones.
Abrió primero como teatro, poco después se trasformó en cine -con el nombre de Progreso, tomando el entonces nombre de la plaza- y fue finalmente reconvertido en teatro.
Se le bautizó entonces con el nombre de Nuevo Apolo, en recuerdo del coliseo de la calle Alcalá que se conoció como "catedral del género chico" y que el Banco de Vizcaya derribó en 1929 para levantar en su solar una sede que, lo que son las cosas, ha quedado como una obra magnífica del art decó madrileño.
Ironías de la historia, o quizá como un deliberado acto de justicia poética, este nuevo Teatro Apolo nació con el patrocinio del Banco de Vizcaya, con la intención de convertirlo en otro templo del género lírico.
Parte de su fachada principal aparece cubierta por un enorme cartel. Y el estado de conservación de lo poco que se ve, a los lados, deja mucho que desear, lleno de ortopédicos pegotes que desvirtúan su arquitectura: aparatos de alarma y de aire acondicionado, focos, cables, hierros, letreros...
Este teatro necesita una limpieza y restauración a fondo de todo su exterior, lo que incluye las fachadas a las calles Lavapiés y Cabeza, también bastante cochambrosas.