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martes, 16 de junio de 2009

Coliseum





En Gran Vía 78.

El proyecto del edificio, encargado por el Maestro Guerrero, que quería un teatro con viviendas de alquiler encima, se debe a Pedro Muguruza Otaño y Casto Fernández-Shaw (1931).
Las obras fueron dirigidas sólo por este último, finalizando en 1933.

El teatro, del mismo nombre del edificio y del que destaca su acústica, ha sufrido un viaje de ida y vuelta en sus funciones, según los vaivenes de la industria del entretenimiento: nació como teatro para ser convertido después en cine y recuperado hace pocos años de nuevo para la escena, especialmente musicales.

La fachada, que trasluce la estructura en hormigón, aparece gradualmente escalonada, como era común entre los rascacielos art decó, especialmente los que se construían al otro lado del Atlántico.

Es, de hecho, el primer edificio de la Gran Vía que emplea un lenguaje arquitectónico netamente norteamericano, influencia que el mismo Casto Fernández-Shaw confesó en la revista "Cortijos y Rascacielos".

Es curioso por tanto cómo sobresale el Coliseum, como una pieza rara y única, entre otros edificios contemporáneos, que o bien miraban más a Centroeuropa (como el Edificio Carrión o Capitol), o recubrían aún las fachadas con adornos regionalistas o historicistas o, en el caso peculiar de Antonio Palacios, reinterpretaban una y otra vez la herencia de la Escuela de Chicago (su principal leitmotiv: esas columnatas gigantes en fachada que albergan galerías acristaladas).

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